miércoles, 30 de abril de 2008

Risotadas

Tren de Moscú a San Petersburgo. Leen nuestros nombres y nos asignan un número de habitación. Sube Vespa primero, con su megabolsa con ruedas. Subo yo detrás, unos instantes después. Me lleva unos metros de distancia. Una vez en el pasillo, veo que no hay alfombra en el suelo. Levanto la cabeza y miro al frente. Vespa lleva toda la alfombra que yo debía pisar enganchada en la megabolsa con ruedas. Ha llegado un momento en que no puede avanzar, del mogollón que tiene entre las ruedas. Estallo en carcajadas y apenas puedo explicarle que se ha llevado consigo la alfombra que viste el pasillo. Me sigue en las carcajadas. A duras penas, por las risas, colocamos la -antes perfecta- alfombra a lo largo del pasillo, justo a tiempo de que la azafata sargento de hierro que teníamos asignada se entere (si ve aquel espectáculo, nos lleva a Siberia).
Qué bien sientan las risotadas incontrolables con dolor de tripa incluido.
Nadie me hace reír así…

viernes, 25 de abril de 2008

Fruslerías que despistan

Me agobia la sensación de no controlar, de que cosas nimias me puedan. Peor aún, que consigan que les dé la importancia que no tienen.
Desde hace un tiempo todo, o casi todo me hace sentir así. Y parece que la mayor parte de las cosas son complicadas, hasta el más mínimo trámite lo siento como si estuviera ascendiendo el Aconcagua.
Supongo que la tensión acumulada las dos últimas semanas tiene algo de culpa. Aunque sólo algo. Pero debería sentirme la campeona del mundo porque hemos superado un obstáculo jodido que pintaba bastante mal. Y lo hemos superado por estar unidos y por no dejarnos vencer, pero sobretodo, por no esperar a que vinieran a nosotros las cosas, sino por buscar el tropiezo con esa alternativa que tenía que aparecer en algún momento.
Sé que ayer de nuevo un minúsculo problema me pudo, y que este mes llevo unos cuantos…y sé que las disculpas no sirven de nada cuando ya se ha actuado...

jueves, 10 de abril de 2008

Van Drell

Tengo su cara grabada en mi mente, su mirada abstraída y curiosa, como queriendo desentrañar el misterio de la vida, acompañada por una media sonrisa amigable, casi como de sorpresa continua. Recuerdo su sabiduría en cada palabra, y la sensación de sentirme afortunada cuando hablaba con él.
La noticia, a pesar de saber que ocurriría pronto, por su edad y por su frágil pero duro corazón, fue un mazazo, sobretodo para mis padres. Cuando colgué el teléfono lloré, y mi mirada perdida a través de la ventana atravesaba la noche y sólo veía su cara, la cara de Juan. Ayer quería que mi dolor arropara a Angelita. Quería que me doliera más para arroparla todo lo que pudiera, para que no se sintiera desamparada. Sé que no va a ser así porque tiene mucha familia y nos tiene a nosotros también.
En casa de mis padres hay varios cuadros de Juan, cuadros que para mí supusieron un descubrimiento, y sobretodo, la suerte de poder disfrutar con ellos. Y por suerte, siempre va a estar con nosotros.
Van Drell murió ayer. Y con él, se fue un poquito de nosotros también.