martes, 6 de octubre de 2009

Crónica de un nuevo acto político

La habitación de altos techos adornados de frescos inimaginables se vio sorprendida por multitud de hormonas maternales que se posaron, a mogollón y sin piedad, sobre cada un@ de los que estábamos allí presentes. Seguramente ésa es la excusa, porque estoy segura de que hubiéramos sentido lo mismo que todos sentimos desde el momento en que ellas hicieron acto de presencia con su canción de fondo (que yo, personalmente, ni escuché de la emoción).

Estaban exultantes (a la par que lacrimosas), felices, orgullosas, rodeadas de un cariño del que pocas veces he tenido la suerte de ser testigo, a pesar de que no superábamos la veintena.

La escena me recordó a aquella película en la que la comida que había preparado una "generosa" protagonista iba produciendo en los comensales un profundo deseo sexual hacia el/la que tenían al lado. En la película, la explosión, compartida, fue sexual. En el caso que nos ocupa, júbilo-lacrimógena.

En las bodas civiles las ceremonias son muy cortas: el/la juez/a de turno poco más que lee la ley en la que se detallan los derechos y deberes de l@s cónyuges. Pero en ésta, hubo ya un detalle importante: la jueza (concejal de IU para más señas), leyó algo que ella misma había escrito, para agradable sorpresa de tod@s l@s allí presentes. Y luego, fueron pasando por el micro familia y amig@s que querían transmitir su cariño a la pareja.

Y ahí fue cuando comenzó la explosión emocional (con unos prolegómenos no menos explosivos): la representación española de la pareja logró leer el escrito que habían preparado, no sin esfuerzo por contener las lágrimas (la otra, a su lado, no ayudaba nada en ese sentido, pero es lo que tienen las bodas de penalti por partida doble, que una de las jugadoras no es una, sino multitud). La representación brasilera, la multitud, apenas pudo hablar, pero sin embargo, logró transmitirnos su alegría y su gran emoción, de diferente manera, pero con igual intensidad que hizo su chica momentos antes.

Y después, la madre de parte española, y segunda madre de la parte brasilera: estupenda, emotiva, sensata, maravillosa. La pequeña de la familia, como siempre, logró sorprendernos con sus ganas de transmitir su espontáneo orgullo de tener dos tías estupendas. Tuvimos delegación Brasilera y todo (con un personaje relevante en el mundo actoril brasilero: sólo una representante pero de peso, oyes), porque esta boda ha sido un ejercicio de ciudadanía en toda regla: hay que recordar que tuvo lugar un día después de que Río de Janeiro se llevara la celebración de las Olimpiadas de 2016 derrotando a Madrid en la final. Y ellas, brasilera de Río una, y española de Madrid otra, ganadora y perdedora, todas chulas, se casaban el día después (esto podría haber sido motivo de desplante por parte de la novia madrileña, pero el amor es lo que tiene). Finalmente hubo representación hispano-germana (potencialmente hispano-dubaiyense?), que fue más hispana que otra cosa, por lo emotivo.

Y bueno, luego mil besos, mil abrazos, mil lágrimas más y el resumen de la jornada, en un cuadro bordado estupendo, el mejor regalo de todos.

Efectivamente, éste sigue siendo un acto político. Y a mí, me encanta ese ente tan visceral que es la política.

Chicas, sois lo mejor. Os queremos.