Parece que este año es el año de las sociedades.
En enero firmé mi primera sociedad en común. Éramos y somos tres, Clandestino, el Zurdo y yo, y fue el origen jurídico (que no el germen, que no tiene nada de jurídico) de ese espacio llamado La Clandestina, querido y mimado por tantas y tantas personas.
El lunes día 4 de agosto firmaré mi segunda sociedad, ésta de gananciales y sólo con una persona más, la más importante. Este tipo de sociedades sólo admite a dos personas, aunque yo no necesito más.
Realmente la sociedad, dentro de nuestro fuero interno, lleva constituida unos cuantos años, pero es ahora cuando decidimos elevarla a público. Tal y como esto está montado, es la única forma de que este mundo reconozca una serie de derechos. Qué poco “romántico” es todo esto si no lo adornamos de flores, vestidos de novia, curas, banquetes, trajes de boda, regalos, El Corte Inglés….
Pero no, no habrá nada de eso. Iremos l@s just@s (testig@s y anexos, porque nos “obligan”). Nadie más. Así lo queremos.
Porque lo importante de esto, lo fundamental es que ahora podemos casarnos. Ahora somos un poquito más iguales en derechos que otras personas (en obligaciones lo fuimos siempre, claro). Ahora sí podemos elegir, y elegimos hacerlo por protección legal y por reivindicación, sin celebraciones. Sentimos que tenemos que reivindicar un derecho conseguido.
La sociedad española debería sentirse orgullosa de que sus ciudadan@s sean cada vez más iguales, aunque la lectura de much@s no sea precisamente ésa, desafortunadamente.
Como una vez dijo una amiga el día de su boda: efectivamente, éste es un acto político.
viernes, 1 de agosto de 2008
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