jueves, 27 de diciembre de 2007

Sueño

Me gusta levantarme contigo, ver tu cara de sueño, tan tierna, tan mía. Bueno, en realidad me gustaría que no te levantaras con tanto sueño, que durmieras siempre lo necesario. Pero dado que es complicado desmontar lo que lleva montado tanto tiempo, reconozco que me gusta verte antes de marcharme por las mañanas.
Y me encanta que, como hoy, vengas después de la ducha a la cocina, donde te espero desayunando, y te acerques y me abraces con un abrazo largo y dormido.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Sensaciones

Volé, volé lejos, volé contigo de la mano, sin darme cuenta, asustada, vigilante. Estábamos allí, flotando entre la ligera niebla, sintiendo la levedad de nuestros cuerpos. Oías mi pregunta aprisionada en un bucle de corto recorrido dentro de mi cabeza, aunque sólo una mínima fracción llegaba a tus oídos. Sé que sentías mi preocupación, pero tú sólo podías sonreír, y mirar al infinito, y cogerme de la mano para que volase contigo, para que no te dejase sola.
Aún recuerdo lo inabarcable que se me hizo el mundo. Me sentí pequeña, tan pequeña al asumir que algo tan minúsculo provocara en mí la sensación terrible de perderlo todo…

lunes, 17 de diciembre de 2007

Nostalgias

Últimamente recuerdo nostalgias. Digo recuerdo porque siempre las tengo. Siempre echo de menos algo, no con pena, no, sino con alegría, con emoción, porque la nostalgia implica sentimientos y sensaciones vividas. Vida.
Pero como digo, últimamente recuerdo cuánto echo de menos lugares, paisajes, olores, ruidos, sensaciones. Echo de menos mi segunda patria, si es que eso existe. Siempre sentí eso de “mi patria es mis zapatos”, de El Último.

Mi Zócalo, tan impresionante siempre, y mi hermoso Palacio de Bellas Artes, por dentro y por fuera. Mis frescos de Rivera, Siqueiros, Orozco. Mis tacos al pastor de Álvaro Obregón, la oficina de Rocío y mi casa, mi segunda casa en el DF, con Jenaro y Anastasia y sus volteretas. Y la sorpresa del primero, el enfado de la segunda y mis densas lágrimas que brotaban sin cesar cuando me marchaba hace justo cinco años. Y la Chocolatería El Moro, que de vez en cuando me recuerda Vespa entre sonrisas. Mi precioso Coyoacán, donde por primera y última vez comimos aquel rico pozole de manos de Rocío, la otra Rocío. La casa de Frida, la de Rivera en San Ángel, la de Trostky, aquel triángulo misterioso que llena de vida a quien se acerca. Teotihuacan: Vespa consiguió subir a la pirámide del sol a pesar de su mal cuerpo. Y sentir aquella energía. Tepito, la lagunilla, mares de changarros que parecen uno sólo. La Diana Cazadora como punto de encuentro. La preciosa Condesa y el Don Keso. Y la Plaza de las tres culturas, tan fría, tan triste, tan terrible.
Y tantos y tantos recuerdos de mi DF querido, y de mi gente allá. Y tantos, y tantos apapaches...

viernes, 7 de diciembre de 2007

Lavapiés Olímpico: mucho más que humor

Me sorprende la atención mediática hacia la iniciativa que un grupo de vecinos ha puesto en marcha en el blog Lavapiés Olímpico. Pero me sorprende más la pobre respuesta y la ausencia de reflexión de las Administraciones Públicas sobre esta interesante iniciativa, que considero un alarmante grito de socorro.
La campaña, en clave de humor, alerta sobre la degradación de un emblemático barrio madrileño, Lavapiés, herido de gravedad por la evidente dejadez institucional a la que se le ha sometido desde hace demasiados años. Pero la campaña va muchos más allá: pone el dedo en la llaga sobre la falta de civismo que campa a sus anchas en las calles de nuestros barrios. Meada estilo libre, lanzamiento de babas, destrozo urbano, tiro al árbol, descarga olímpica, esgrima urbano, 100 metros caca, canto a través son deportes demasiado habituales en nuestras calles, que deterioran los espacios públicos y por ende, la convivencia y la paz vecinal. Evidentemente, el principal responsable es el sujeto que practica estos deportes, pero las Administraciones Públicas tienen obligaciones que están dejando de lado. La primera y más urgente, liberar a los ciudadanos de las consecuencias de los actos de esos salvajes, a través de medidas inmediatas de limpieza de calles, reposición de mobiliario urbano, eliminación de malos olores, etc. Pero unido a esto, es necesario poner en marcha campañas de sensibilización y concienciación, que, aunque de poca efectividad, son fundamentales. Además, las autoridades locales tienen instrumentos muy efectivos que podrían utilizar para, no sólo tratar de minimizar estos incívicos hábitos, sino para concienciar a aquellos que quebrantan la convivencia a través de castigos que beneficien a la comunidad: ¿por qué una persona que orina en la calle no puede ser castigado con limpiar esa misma calle durante una semana? ¿Y quien no recoge las cacas de su perro, que se vea obligado a librar las calles de esos desagradables regalitos?
Ojalá las Olimpiadas de Lavapiés abra un debate tan necesario como el de la degradación de los espacios públicos por parte de aquellos a quienes les falta bastante para adquirir el calificativo de ciudadanos.