Lugar: autovía, cerca de Madrid
Protagonistas: dos chicas en su viejo coche
Descripción: el coche en el que van las dos chicas se acerca, desde el carril derecho, al coche que se encuentra delante. Este coche, un utilitario nuevo, tiene una placa L en la parte posterior, y es conducido por un chico joven. El coche de la placa L debe ir a unos 100 km/h dado que las chicas van a 120 km/h.
Las chicas comienzan la maniobra de adelantamiento.
El coche de la placa L acelera, y cuando las chicas tratan de rebasarle, comienza a desplazarse hacia la izquierda, hacia el coche de las chicas. La chica que conduce frena y le pita, para avisarle de que están ahí. El chico de la placa L mira, sonriente y como burlón, a las chicas, como indicando que sólo quería darles un sustito. Jocoso que es el chico.
Las chicas le rebasan y siguen adelantando a otros coches.
El coche de la placa L se pega a la parte posterior del coche de las chicas, en el carril de adelantamiento, y se mantiene a la misma velocidad que ellas: 40 kilómetros por encima de lo que la ley le permite.
La chica que se encuentra en el asiento del copiloto, ni corta ni perezosa coge el móvil (sin cámara), se gira hacia atrás y simula hacer una foto al coche que les acosa (tiene cierta práctica, dado que no es la primera vez que tiene una experiencia similar).
Mano de santo. En cuestión de milésimas de segundo, el chico de la placa L frena precipitadamente y se esconde tras otro coche, en una maniobra brusca de incorporación al carril de la derecha.
Otro imbécil más jugándose su vida y la nuestra en la carretera. No tengo tan claro que la mayoría de accidentes sean eso, accidentes.
Pero lo que me parece más alucinante: lo osados que somos hasta que aparece el fantasma del castigo. Qué pasa, ¿que sólo reaccionamos al castigo?
Vaya mierda de Humanidad.
jueves, 4 de junio de 2009
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