Hace mucho tiempo que, en una persona desconocida, no veía unos ojos amables.
Ha sido una tontería, pero estaba en el metro, llegando a mi destino, y me encontraba detrás de dos personas. La más cercana a la puerta, al sentir un movimiento tras ella, me ha mirado, ha hecho un gesto con la cabeza como preguntándome si iba a salir –he contestado de la misma manera afirmativamente- y ha abierto la puerta, ha salido para dejarme pasar, y ha vuelto a entrar.
Sé que es una tontería, pero en el paradigma del desquiciamento madrileño (léase metro de Madrid) no suelen encontrarse miradas amables…
lunes, 23 de abril de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
No te creo. Lo siento.
Y no es una tontería. Si las personas nos fijáramos más en estos pequeños detalles y disfrutáramos de ellos, nos iría mucho mejor y habría menos úlceras de estómago abiertas.
Vale, te creo, pero que sea la última vez que cruzas miradas amables en el metro, ¡roja!
Pequeñas cosas como estas nos enseñan que hay veces que el mundo y la vida son más amables de lo que pensamos...
Mi enhorabuena mexileña por dar con alguien amable!
No suele haber gente así por el suburbano, mas bien te encuentras con ea gente que agacha la cabeza cuando ve alguien mayor para no ceder su asiento, o de las que slen a correr cuando se abren las puertas para pillar sitio...
Yo siempre encuentro miradas amables en los ojos de los niños. En los adultos cuesta más, lástima que se pierdan algunas cosas al hacerse uno mayor...
Publicar un comentario